domingo, 12 de julio de 2009

ESTRÉS Y DEPRESIÓN



Malas compañías

El estrés y la depresión son padecimientos que tienen similares causas, procesos y consecuencias en el ser humano; se podría decir que no se presenta uno sin el otro.

Hoy en día, la depresión y el estrés son dos grandes males que acompañan a una gran cantidad de personas en el mundo. El Instituto Nacional de Salud Mental (de Estados Unidos) estima que una de cada diez personas sufre de depresión, lo cual, en más de un sentido, es provocado por el estrés que a diario se acumula en los individuos.

La depresión es una enfermedad que consiste en un desequilibrio químico en el cerebro, donde la segregación de algunas sustancias como la monoaminooxidasa y la serotonina, entre otras, provocan la modificación del estado de ánimo del individuo, resultando en una pérdida del gusto por vivir, baja autoestima, períodos de extrema tristeza o extrema alegría, e incluso concebir ideas de muerte y suicidio.
En esa tónica, el estrés se define como un desequilibrio químico del sistema biogenético de amino-endorfina. En otras palabras, este sistema regula el envío y recepción de miles de “mensajes” entre las células nerviosas del cerebro; hay mensajes “alegres” y “tristes”, que llegan a todos los centros nerviosos.

El estrés se produce cuando un cambio en la vida, de cualquier índole, ya sea el matrimonio, el divorcio, la muerte de algún ser querido o hasta el cambio de residencia, provoca que el cuerpo reaccione a manera de inmunidad, redundando la inhibición de sustancias que ayudan a la emisión y recepción de los mensajes “alegres”, dejando que los “tristes” fluyan libremente, causando efectos iguales o parecidos a los de la depresión, incluidos la pérdida del apetito sexual y el insomnio.

Lamentablemente, es casi imposible no tener que enfrentarnos en algún momento con el estrés, puesto que esta situación de “alerta” se relaciona con casi cualquier situación que vivimos cotidianamente, que puede traer consigo depresión, y con ello, una sensible baja en nuestro desempeño como personas y en nuestras relaciones sociales, afectivas y familiares. Existen tratamientos médicos con base en antidepresivos, además de terapias consistentes en electrochoques controlados, y métodos naturistas; cabe señalar que todos estos procedimientos implican una serie de efectos secundarios, que van desde simples dolores de cabeza, hasta insomnio y disfunciones sexuales.

Lo mejor, y no solamente en caso de estos padecimientos, sino de cualquier enfermedad, es la prevención. Rodearnos de un ambiente positivo y optimista en el hogar y en el centro laboral es un buen paso para no dejar llegar el estrés o la depresión a nuestras vidas; el pesimismo, la baja autoestima, los complejos de inferioridad, superioridad o de culpa deben ser desechados y adoptar actitudes positivas y esperanzadoras.

Hay que tener especial atención en los niños y jóvenes, quienes también pueden padecer estrés o depresión. Enseñarlos a ser realistas en la fijación de metas (está comprobado que un porcentaje superior al 70 por ciento de los adolescentes del mundo sufren a causa del estrés que les provoca la frustración de no lograr tal o cual meta o no cumplir las expectativas de los padres, por ejemplo).

El principal afectado por estos desajustes es el sistema nervioso.

Para lograr su fortalecimiento incluya en la dieta diaria el consumo de las vitaminas del grupo B, que benefician en gran medida los procesos mentales y químicos del cerebro, provocando su funcionamiento normal.
También algunos aminoácidos y nutrientes esenciales como colina, zinc y taurina, son benéficos aportes para el óptimo funcionamiento de los procesos nerviosos.

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